domingo, 13 de enero de 2013

Un camello en la cornisa


Un camello en la cornisa, de Care Santos
Ilustración de Violeta Lópiz
Madrid: McMillan, 2009

Un libro navideño. La joven Peach que lee ya de modo independiente, lo escogió de la biblioteca para leer la última semana de vacaciones. La historia empieza como todos los niños y niñas saben que empieza el final de las vacaciones:

"La mañana del siete de enero es la más horrorosa del año. Las fiestas de Navidad han terminado y hay que descolgar los adornos del árbol y guardar las figuritas del belén en esas cajas de cartón tan feas.

Los juguetes que trajeron los Reyes Magos también están ya recogidos en una gran caja dentro del armario, a pesar de que algunas piezas ya se han perdido debajo del sofá (puede que para siempre).

En solo meida hora, sonará el despertador anunciando que hay que levantarse y vestirse para ir al colegio. Menuda pereza.

Por si fuera poco, mamá no para de repetir:
- ¡Por fin ha vuelto la normalidad!
A Elia esa palabra, "normalidad", le parece odiosa, horrible. Le parece la palabra más aburrida de todas las del diccionario."

Y así , la joven Elia se da cuenta antes de marcharse al colegio que la comitiva real se ha dejado "algo" en la cornisa de su ventana... ¿Cómo conseguirá que vuelvan a buscarlo?

A Peach le ha parecido un libro divertido y ha aprendido una palabra nueva: Cornisa.

domingo, 6 de enero de 2013

Nuevas adquisiciones

Llega el nuevo año con nuevos libros.

Los Reyes han traído unas cuantas cosas y entre todas esta remesa de libros para leer y comentar en 50.


Nuevos libros para empezar bien el año.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Yo

Yo, de Philip Waechter.
Traducción de Eduardo Martínez.
Salamanca: Lóguez Ediciones, 2005.

Esta historia la cuenta un oso, en primera persona, hablando de él mismo. Lo que se gusta, lo contento que está con él mismo y con lo que es, lo que hace, cómo lo hace... sin embargo, algunas veces las cosas no van bien y entonces... todos necesitamos alguien en quien apoyarnos.

Los mensajes, en frases cortas y contundentes, están magníficamente acompañados de unas ilustraciones de líneas sencillas, sin  cargar, ligeras y simpáticas, el estilo de este autor que nos gusta por otros títulos. El conjunto es un álbum con una historia tierna y profunda que asegura las risas, algunas conversaciones sugerentes y en el caso de las mamás fácilmente impresionables, la lagrimilla emotiva.

"Yo... Yo me gusto. 
Me gusta vivir y sé lo que quiero.
Voy por mi camino.
Yo soy fantástico."

Libro de pequeño formato muy recomendable para regalo.
Ideal para leer en compañía y a partir de que sepan leer en solitario. En casa nos lo ha leído una y otra vez S, con 5 años.


martes, 22 de noviembre de 2011

Campos verdes, campos grises

Campos verdes, campos grises: historias verídicas, de Ursula Wölfel
Traducido por Jacqueline Ruzafa
Salamanca: Lóguez Ediciones, 1985
La joven colección 10 13

Una colección de cuentos a cual más crudo y más terrible espejo del comportamiento humano, con sus vicios, sus malos hábitos y las diferentes formas en que nos podemos hacer la vida imposible unos a otros y, especialmente, a los niños. En la época de lo "políticamente correcto" este libro es tan real, sin victimismos, sin tratar de regocijarse en el sufrimiento, que debería ser lectura obligatoria en la ESO.

Por supuesto, como la vida misma, no siempre hay finales felices. Pero en algunos hay una presencia tan importante de esperanza, una posibilidad de cambio... que compensan la tristeza de los que te dejan un poco por los suelos.

En casa sólo lo he leído yo, pero queda pendiente para cuando sean más mayores porque es realmente imprescindible. Un libro para conversar, que plantea muchas dudas, muchas preguntas, sin respuestas sencillas, un libro para pensar.

Los cuentos son:

  • En un país semejante
  • El pájaro nocturno
  • Campos verdes, campos grises
  • Los otros niños
  • La hora del té
  • Falta Juan
  • El mamarracho
  • Las sandalias de Manolo
  • Las brujas gemelas
  • ¡Sólo para blancos!
  • El padre
  • Tres calles más allá
  • La sinvergüenza
  • Sintayehu


Y a modo de ejemplo, transcribo aquí "Los otros niños", uno de los más simpáticos.

"Cuando los niños de la Calle del Lago hablaban de "los otros niños" se referían a los del Camino del Tren. También éstos decían "los otros niños" al referirse a los de la Calle del Lago.


El Camino del Tren existía desde hacía tiempo. Era un camino enfangado que serpenteaba a través de praderas descuidadas, a lo largo de los raíles del tren, hasta una vieja cantera llena de chatarra y escombros.


En el Camino del Tren sólo había tres casas, chamizos de piedra gris, barracas de chapa ondulada sobre los tejados planos.


La Calle del Lago era una calle nueva de altos edificios, bonitas casas de amplios ventanales y balcones soleados. Y entre las viviendas había jardines y un parque de juegos.


Al mudarse a este barrio, los padres dijeron a sus hijos:
- En el Camino del Tren sólo vive gentuza que no paga alquiler, que no trabaja. No queremos saber nada de ellos. No juguéis con los niños del Camino del Tren.


Y los padres del los del Camino del Tren decían a sus hijos:
- No hagáis caso a esos finolis de las casas nuevas. Se creen superiores a nosotros.


Esto despertaba la curiosidad de los niños.


Los de la Calle del Lago se paseaban en sus bicicletas por el Camino del Tren. Envidiaban a los niños de allí porque podían hacerse casitas con la chatarra de la vieja cantera. Y cuando ésta se llenaba de agua tras la lluvia, navegaban sobre balsas hechas con tablas de madera. Pero en cuanto veían a los niños de la Calle del Lago gritaban:
- ¿Qué buscáis aquí, monigotes de la Calle del Lago? Tened cuidado no tropecéis con una caña y os caigáis de culo. ¡Largo de aquí!


También los del Camino del Tren iban a veces al parque de juegos de la Calle del Lago.


Hacían como si todo allí les resultara cómico. Cuchicheaban entre sí y se reían de un modo exagerado, señalando con el dedo a los niños de la Calle del Lago. Entonces éstos gritaban:
- Aquí no se os ha perdido nada, ¡gentuza! Largaos, cochinos. Vosotros sólo queréis robar nuestras cosas. ¡Marchaos de una vez!


Así se comportaban unos y otros; pero no por mucho tiempo. Y esto se debió a Javier, de la Calle del Lago, y a Tino, a Alfredo y a los árabes del Camino del Tren.


Javier tenía cinco años y cuando jugaba en la calle, sus dos hermanas mayores cuidaban de él. Pero se escapaba siempre y cuando le buscaban, no le encontraban por ninguna parte.


Al atardecer aparecía jugando en un montón de arena y decía: 
- Me fui a dar una vuelta con mi patinete.


Sus hermanas le creían siempre.


Una vez casi se hizo de noche y Javier no aparecía. Sus hermanas y tres de los niños mayores se pusieron a buscarle. Como no le encontraban, se fueron hacia el Camino del Tren.


Por el camino iban comentando:
- En el Camino del Tren vive un hombre que ha estado en la cárcel. ¿Y si le ha hecho algo a Javier?
- Y también viven gitanos en el Camino del Tren. He oído decir que los gitanos roban niños pequeños.
- Hay extranjeros, árabes. Nunca se sabe qué clase de gente son. Ni siquiera conocen nuestro idioma.


En el Camino del Tren se encontraron con el gitano, sentado a la puerta de su chabola, dando de comer a un niñito. Los de la Calle del Lago le preguntaron por Javier.
- Se ha marchado con mi Tino. Javier y Tino son buenos amigos -les dijo.


La barraca siguiente tenía un huerto.Una chica estaba arrancando maleza y un viejo se encontraba subido a una escalera, reparando algo en el tejado.


Los niños se detuvieron ante la valla.
- ¿Qué buscáis aquí, mirones? - preguntó la muchacha.


Pero el viejo les indicó desde arriba:
- Alfredo se ha ido con Javier y Tino, el gitano, a casa de los árabes. Todos los niños están invitados. Daos prisa, que celebran una fiesta árabe.
- Pero si éstos son de la Calle del Lago -protestó la chica.
- ¿Y qué diferencia hay? -preguntó el viejo.


Los niños siguieron andando. Uno de ellos cuchicheó:
- Ese es el hombre que ha estado en la cárcel.
- ¿Por qué hablarán los mayores siempre tan mal de la gente del Camino del Tren? -quería saber otro.


En la casa de los árabes les abrió la puerta una mujer y exclamó:
- ¡Adelante!¡Adelante!
- ¡Muchos invitados, gran fiesta! -comentó un hombre, indicándoles que se sentaran en un banco largo, cubierto de mantas y cojines de colores. Siete u ocho niños se encontraban ya sentados en él. Javier estaba entre ellos.


Los de la Calle del Lago se detuvieron indecisos en el umbral.
- ¡Vente inmediatamente a casa! -ordenó a Javier una de sus hermanas.
- ¡Sentar, sentar! -les pidió de nuevo la mujer.
Los niños del Camino del Tren les hicieron sitio y se sonrieron maliciosamente.
- ¿Tener miedo? Aquí la gente tener miedo de los extranjeros. ¿Por qué? -preguntó el hombre.


Entonces entraron y tomaron asiento.


La mujer llevó vasos y tazas, y los niños de la Calle del Lago tuvieron que tomar pastelillos y té dulce. Los del Camino del Tren los observaban y no dejaban de sonreír.


Nadie decía una palabra.
- ¿Niños mudos? -preguntó el hombre.


Ahora también sonreían los de la Calle del Lago, pero no sabían qué decir. Se avergonzaban de haber hablado mal de los árabes.


Por fin terminaron de beber el té. Dieron las gracias a la mujer.


El hombre los acompañó hasta la puerta:
- ¡Otro día volver! ¡Alegrar veros de nuevo!


Los niños del Camino del Tren habían salido detrás de ellos.
- ¡Volved, también nosotros nos alegraremos! -gritaron- Entonces os tiraremos a la cantera, ¡hijos de papá!- y se reían.
- ¡De acuerdo, mañana! -gritaron los de la Calle del Lago -Y entonces os daremos una buena paliza, ¡lombrices sonrientes! -y también se reían.
- ¡Gusanos pestilentes! -gritaron los del Camino del Tren.
- ¡Cazapedos! -gritaron los de la Calle del Lago.


Y así empezó su amistad."

domingo, 20 de noviembre de 2011

Jonás el pescador

Jonás el pescador. Reiner Zimnik, autor e ilustrador.
Traducción de Lola Romero.
Madrid: Espasa-Calpe, 1987.
Colección Austral Juvenil, 64

"En París los pescadores están siempre sentados a la orilla del Sena y pescan.
El Sena es azul. La orilla es amarilla. Los pescadores llevan pañuelos rojos anudados al cuello y el sol del París les quema la espalda hasta dejar sus camisas completamente descoloridas.
¡Y lo más importante es la tranquilidad!
Los pescadores han tirado sus relojes al Sena, pues en sus orillas el tiempo se detiene. La ciudad se sumerge en un gigantesco lago plateado y entre las olas y el entretejido de los sedales de los pescadores, empieza el reino de los sueños.
Pescan únicamente peces pequeños pero no se cambiarían por nadie: los pescadores de París."


Así empieza y acaba esta historia cortita, que se queda en la cabeza más tiempo del que se tarda en leerla. Jonás es uno de esos pescadores. Y es tan afortunado que no quiere cambiar nada, aunque no estaría mal si un día consiguiera pescar un pez más grande. Cada noche tres ideas se pasean por París y tres afortunadas personas son capaces de conseguirlas. Jonás la consigue y se le ocurre de qué manera podría pescar un pez grande. Dicho y hecho, lo pone en práctica y consigue pescar un pez enooorme. Sin embargo, los cambios son algo peligroso y los demás pescadores consiguen echar al pobre Jonás.
Este será el principio de un viaje que lo llevará a recorrer el mundo... un viaje que le enseñará muchas cosas.

Acompañado por ilustraciones del propio autor, más parecido a anotaciones en un cuaderno de viaje, esta es una historia entrañable con final feliz.

A partir de 10 años en solitario, antes si te lo leen.

Empezamos

Acabo de leer una frase de esas que se te clavan en el corazón y te remueven las tripas... 

"Leer no es una actividad del tiempo libre, es una parte esencial de la vida"

Y esto lo dice Ángel Gabilondo, todavía ministro de Educación, en el Congreso Bibliotecas Escolares en Tránsito, celebrado este año en Santiago de Compostela. 

Creo que no es suficiente con leer, hay que hablar de lo leído, compartirlo y escribir sobre ello... porque si recordamos leemos dos veces.

Y aquí estamos de nuevo, viendo si puede ser este un buen registro de libros.